Reflexiones en torno al Conflicto

El conflicto está presente en nuestras vidas de mil formas y situaciones distintas. En el trabajo, la familia, los amigos, los vecinos,… en cualquier relación personal se producen conflictos.

Reflexionamos poco sobre cómo actuamos cuando nos enfrentamos a situaciones conflictivas. Y no me refiero a grandes problemas sino a los pequeños acontecimientos del día a día que encierran un proceso de oposición de intereses, confrontación de valores o desacuerdo en los puntos de vista con las distintas personas con las que interactuamos todos los días. ¿Cómo nos comportamos? ¿cuál es nuestro estilo? ¿respondemos agresivamente, tratamos de evitar el conflicto a toda costa, nos acomodamos a las posturas de los demás o defendemos a capa y espada las nuestras, o por el contrario somos constructivos y tratamos de colaborar para buscar puntos de encuentro que resuelvan las situaciones conflictivas?

¿Por qué cuando pensamos en conflicto nos vienen a la cabeza términos negativos como enfado, dolor, frustración, stress, represión, etc.? Las connotaciones del conflicto son generalmente negativas, sin embargo, ¿se puede pensar en términos positivos sobre el conflicto? ¿Se puede cambiar la cultura del conflicto?

Cualquier organización, empresa, colegio, vecindario, familia, o relación personal genera una serie de reglas explícitas o implícitas sobre lo que se puede o no decir cuando se está en conflicto. La cultura del conflicto está conformada por nuestras propias experiencias y hacen referencia a lo que racionalmente podemos esperar tanto de nosotros mismos como de los demás, cómo vemos a nuestros oponentes y a nosotros mismos, y define lo qué es aceptable y lo que no cuando nos encontramos en una situación de conflicto.

En las siguientes transparencias que presenté el otro día abordo, basándome en las tesis de Cloke y Goldsmith, una de las estrategias para gestionar conflictos en las organizaciones que consiste precisamente en cambiar la cultura y el contexto del conflicto.